No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice el refran, por ello recomendamos leer esta información publicada en:
En realidad los nuevos amigos que EEUU tiene en nuestras tierras son unos caraduras defachatados.
2008, año de decisiones en la primera potencia.
Escrito por Mike Whitney - CounterPunch. - Sin Permiso - Causa Popular
La secretaria de Estado de Ohio, Jennifer Brunner, dijo que los sistemas de votación de las elecciones 2004 estaban infestados de "clamorosos fallos de seguridad".
Por Mike Whitney - Gentileza Sin Permiso -para Causa Popular
Jueves 3 de enero de 2008
El último viernes de 2007, el más alto funcionario electoral de Ohio, la secretaria de Estado Jennifer Brunner, hizo público un informe, según el cual los sistemas de votación que decidieron las elecciones de 2004 en Ohio estaban infestados de "clamorosos fallos de seguridad".
Los perpetradores andaban tan sobrados de confianza, que los servidores de la computación del recuento del voto en Ohio estaban ubicados en el mismo sótano de Chatanooga, Tennessee, que los servidores centrales del Comité Electoral del Partido Republicano.
Los programadores que trabajaban para Ken Blackwell, el secretario de Estado republicano, eran miembros del partido republicano que diseñaban páginas web para la administración Bush.
Así que, ¿por qué tirar miles de millones de dólares a un agujero negro sólo para mantener ese patético simulacro que no engaña a nadie?
Este año, todos los candidatos que van en cabeza son miembros del Consejo de Relaciones Exteriores.
Todos son "leales duales" con una agenda política globalista.
Todos aceptan el nuevo régimen de libertades civiles recortadas, guerra infinita y libre comercio.
Todos son parte del mismo torrente empresarial que anegó Washington con una oleada de comisiones y sobornos a favor de intereses particulares.
Todos son falsarios barnizados que en su vida han tenido una idea original.
Todo cuanto piensan o dicen procede de una chuleta de apuntador o de un teleprompter que refleja encuestas cuantitativas de opinión y calas cualitativas en grupos focales.
Si un posible candidato no ha jurado imperecedera lealtad a la cábala de las corporaciones transnacionales, o prestado juramento de sangre en defensa de la doctrina del auto engrandecimiento sin brida, o mostrado firme compromiso con el desarrollo de una cruzada global tan sedienta de sangre como "estimuladora de la economía"; si nada de eso ha hecho, al punto se hallará predicando en el desierto.
Mirad, si no, a Ron Paul, que reunió en unas horas donaciones por valor de 6 millones de dólares, pero que ya no puede ni conseguir que se publique en los periódicos una sola imagen suya.
¿Y por qué?
Porque no vendió su alma a los corsarios provistos de maletín que controlan el sistema.
El aire extravagante de toda la campaña es una farsa innecesaria.
¿A qué continuar con el engaño?
Todos pudimos ver en 2000 que la mayoría de cinco en la Corte Suprema Federal suspendió el conteo manual de sufragios emitidos, desautorizó a la Corte Suprema de Florida y concedió la elección al candidato de su propio partido.
¿En qué se diferencia de las manipulaciones de Blackwell en Ohio?
Es lo mismo.
De hecho, los 5 jueces tuvieron tan poco respeto por la inteligencia del pueblo norteamericano, que invocaron la 14ª Enmienda, la cláusula de "igual protección", que jamás había sido usada sino en casos de discriminación racial.
No les importó.
¿Quién podía pararles? ¿Os imagináis el cachondeo que se debe haber armado en los think tanks derechistas tras esa resolución judicial?
¿Qué parte del cuerpo político no ha sido afectada por las metástasis cancerosas de la corrupción gran empresarial?
Todo el sistema está macerado en una cultura de violencia y deshonestidad.
La verdadera diferencia entre los partidos es ínfima, aunque significativa.
Los demócratas se han convertido en el partido del imperialismo tradicional propugnado por Brzezinski, Holbrooke, Albright y otros guardianes del Imperio.
Son éstos los maestros titiriteros que operan tras las bambalinas a favor de los mediadores reales del poder.
Su foco es fundamentalmente el Asia Central; controlar los recursos del área del Mar Caspio, "pacificar" Afganistán, atraer a la UE a una mayor participación en la OTAN y continuar la apócrifa "guerra al terror" hasta el infinito.
El partido republicano se ha convertido en el partido de los neoconservadores.
Su plan operativo es "Una ruptura limpia: una nueva estrategia para asegurar el Reino".
Pone en línea los objetivos de la política exterior norteamericana con los del partido Likud de Israel.
Punto focal: la balcanización de Oriente Medio, la socavación del nacionalismo árabe, la instalación de regímenes políticos clientes de EEUU y de Israel y el control de regiones de prodigiosos recursos naturales.
Una inequívoca estrategia de hegemonía regional.
Esa es la real división que separa a los dos partidos, no los rótulos "demócrata" y "republicano", que ya nada significan.
Ahora mismo, los imperialistas tradicionales han recobrado la iniciativa, porque el carro de Bush, desbielado, se ha salido de carril.
Lo importante para los votantes es que ninguno de los dos partidos tienen la menor intención de restaurar la Carta de Derechos, de detener la deslocalización de los puestos de trabajo ni de abandonar la guerra al terror.
(*) Mike Whitney es un analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.
Jueves 3 de enero de 2008
El último viernes de 2007, el más alto funcionario electoral de Ohio, la secretaria de Estado Jennifer Brunner, hizo público un informe, según el cual los sistemas de votación que decidieron las elecciones de 2004 en Ohio estaban infestados de "clamorosos fallos de seguridad".
Los perpetradores andaban tan sobrados de confianza, que los servidores de la computación del recuento del voto en Ohio estaban ubicados en el mismo sótano de Chatanooga, Tennessee, que los servidores centrales del Comité Electoral del Partido Republicano.
Los programadores que trabajaban para Ken Blackwell, el secretario de Estado republicano, eran miembros del partido republicano que diseñaban páginas web para la administración Bush.
Así que, ¿por qué tirar miles de millones de dólares a un agujero negro sólo para mantener ese patético simulacro que no engaña a nadie?
Este año, todos los candidatos que van en cabeza son miembros del Consejo de Relaciones Exteriores.
Todos son "leales duales" con una agenda política globalista.
Todos aceptan el nuevo régimen de libertades civiles recortadas, guerra infinita y libre comercio.
Todos son parte del mismo torrente empresarial que anegó Washington con una oleada de comisiones y sobornos a favor de intereses particulares.
Todos son falsarios barnizados que en su vida han tenido una idea original.
Todo cuanto piensan o dicen procede de una chuleta de apuntador o de un teleprompter que refleja encuestas cuantitativas de opinión y calas cualitativas en grupos focales.
Si un posible candidato no ha jurado imperecedera lealtad a la cábala de las corporaciones transnacionales, o prestado juramento de sangre en defensa de la doctrina del auto engrandecimiento sin brida, o mostrado firme compromiso con el desarrollo de una cruzada global tan sedienta de sangre como "estimuladora de la economía"; si nada de eso ha hecho, al punto se hallará predicando en el desierto.
Mirad, si no, a Ron Paul, que reunió en unas horas donaciones por valor de 6 millones de dólares, pero que ya no puede ni conseguir que se publique en los periódicos una sola imagen suya.
¿Y por qué?
Porque no vendió su alma a los corsarios provistos de maletín que controlan el sistema.
El aire extravagante de toda la campaña es una farsa innecesaria.
¿A qué continuar con el engaño?
Todos pudimos ver en 2000 que la mayoría de cinco en la Corte Suprema Federal suspendió el conteo manual de sufragios emitidos, desautorizó a la Corte Suprema de Florida y concedió la elección al candidato de su propio partido.
¿En qué se diferencia de las manipulaciones de Blackwell en Ohio?
Es lo mismo.
De hecho, los 5 jueces tuvieron tan poco respeto por la inteligencia del pueblo norteamericano, que invocaron la 14ª Enmienda, la cláusula de "igual protección", que jamás había sido usada sino en casos de discriminación racial.
No les importó.
¿Quién podía pararles? ¿Os imagináis el cachondeo que se debe haber armado en los think tanks derechistas tras esa resolución judicial?
¿Qué parte del cuerpo político no ha sido afectada por las metástasis cancerosas de la corrupción gran empresarial?
Todo el sistema está macerado en una cultura de violencia y deshonestidad.
La verdadera diferencia entre los partidos es ínfima, aunque significativa.
Los demócratas se han convertido en el partido del imperialismo tradicional propugnado por Brzezinski, Holbrooke, Albright y otros guardianes del Imperio.
Son éstos los maestros titiriteros que operan tras las bambalinas a favor de los mediadores reales del poder.
Su foco es fundamentalmente el Asia Central; controlar los recursos del área del Mar Caspio, "pacificar" Afganistán, atraer a la UE a una mayor participación en la OTAN y continuar la apócrifa "guerra al terror" hasta el infinito.
El partido republicano se ha convertido en el partido de los neoconservadores.
Su plan operativo es "Una ruptura limpia: una nueva estrategia para asegurar el Reino".
Pone en línea los objetivos de la política exterior norteamericana con los del partido Likud de Israel.
Punto focal: la balcanización de Oriente Medio, la socavación del nacionalismo árabe, la instalación de regímenes políticos clientes de EEUU y de Israel y el control de regiones de prodigiosos recursos naturales.
Una inequívoca estrategia de hegemonía regional.
Esa es la real división que separa a los dos partidos, no los rótulos "demócrata" y "republicano", que ya nada significan.
Ahora mismo, los imperialistas tradicionales han recobrado la iniciativa, porque el carro de Bush, desbielado, se ha salido de carril.
Lo importante para los votantes es que ninguno de los dos partidos tienen la menor intención de restaurar la Carta de Derechos, de detener la deslocalización de los puestos de trabajo ni de abandonar la guerra al terror.
(*) Mike Whitney es un analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.