Norberto Rossell
Militante de Compromiso Popular
Febrero 2008
El título es una pregunta con respuesta obvia –Perón ya sabía que no, de ahí su política siempre frentista, de ahí que el partido sea sólo la herramienta electoral-
Son obvias, en consecuencia, la mayor parte de las argumentaciones, pero habida cuenta de la atención mediática que este tema produce, es bueno un recuento de las mismas.
Cada tanto en nuestra historia se plantea la misma encrucijada. Sin embargo intuyo que a esta altura del SXXI el pueblo ya la resolvió votando a quién, de acuerdo a su intuición y soberano entender, le presenta mejores expectativas, más allá de los discursos de campaña.
El problema en consecuencia, es sólo de los políticos que, en función de las reglas de juego legales, debemos obligadamente concurrir a elecciones con un partido político (alguna vez recuperaremos lo que había antes mejor que esto)
Humildemente podemos reflexionar acerca de algo que el creador de nuestro pensamiento político ya nos enseñó, con argumentos mucho más claros que aquellos a los que recurro yo.
El sistema político se caracteriza hoy por tener una estructura cerrada y autónoma (independiente) con relación a la sociedad en su conjunto, mas allá de la voluntad de los dirigentes, (tiene un paradigma propio y específico). Esto ocurre con los grandes sistemas: Estado, Economía, Educación, Religión, como característica social específica de los tiempos que vivimos.
En lo relacionado con el sistema político basta observar que este sistema está formalizado por leyes y reglamentos que determinan el modo en que se debe “hacer” la política, sin atender a las necesidades sociales, este hecho se debe a que su razón de ser es la gobernabilidad, el funcionamiento del sistema social tal como está, de forma que actúa más como contención de las demandas sociales que como vehículo de concreción de las mismas. Esta es la razón por la cual, pudo no irse nadie cuando la sociedad pedía que se fueran todos.
Este carácter (cerrado y autónomo) deviene de la especialización que el sistema demo liberal le asigna y le requiere. El sistema político puede prescindir de su base social representada –y de hecho lo hace- en función de la normatividad, en función de la ley que no hace un juicio de valor sobre esta representatividad política, y que pone el acento sólo en el proceso legal (junta promotora, afiliaciones, porcentaje mínimo de votos requeridos para mantener la personería, etc)
El partido político –como núcleo de este sistema y en los términos planteados- no aspira ha incluir todos los aspectos de la realidad social y esto es lo que le ha generado la pérdida de legitimidad y confianza, la sociedad no acepta este sentido solamente formal porque sus necesidades van más allá de él.
El partido solamente debe especializarse en ganar elecciones, no podemos pedirle otra cosa porque será muy difícil que pueda hacerla ya que esta especialización está en su génesis.
Como reacción han aparecido nuevos emergentes que intentan encontrar un canal a sus necesidades e inquietudes sociales (piqueteros, ahorristas, cacerolas, asambleas vecinales, asambleas ambientalistas, movimientos sociales, etc) y nosotros sabemos bien que no es la primera vez en la historia Argentina que esto ocurre.
Es decir que el partido político es una herramienta necesaria dentro del modelo político legal para obtener el gobierno del estado, pero no es suficiente si se entiende la política como algo más que gestionar el statu quo.
El único modelo alternativo –a este sistema- que hemos vivido y practicado, ha sido el movimiento peronista con sus ramas.
Es todo un tema –que escapa a mis posibilidades- analizar su historia y determinar las causas completas de su desaparición como estructura política.
No está claro si sería hoy posible o no su reconstrucción, lo que si está claro es que esa estructura pervive en nosotros como componente ideológico o constitutivo de nuestro imaginario, que da cuenta de las limitaciones instrumentales del sistema político para realizar nuestro ideario social y político.
También está claro que “movimiento” no es un “término políticamente correcto” en los ámbitos “progresistas” de este lado del océano y del otro y mucho menos al Norte de nuestra Iberoamérica.
Esta situación: la carencia de una estructura política movimientista que balancee la burocratización (en un sentido técnico no peyorativo) del sistema político, nos dejó a los peronistas –y a la sociedad Argentina- un gran vacío y un problema existencial, “el problema de la referencia institucional de la identidad” problema que persistirá en la medida en que no encontremos un equivalente válido.
Desde lo que vengo exponiendo está, para mi, claro que ninguna de las actuales estructuras partidarias puede abarcar el universo social entendido en forma movimientista.
Inmediatamente surgen dos conclusiones, una: no puede existir identificación completa del movimiento nacional en estructuras partidarias y es una pérdida de tiempo social –en que venimos incurriendo desde hace tiempo- buscarla allí, y dos: la reconstrucción del poder popular necesario para realizar el ideario nacional pasa por soluciones de un mayor nivel de complejidad.
Este mayor nivel de complejidad requerido, impacta directamente en la concepción política de lo organizativo e implica resolver esta tensión natural, que he planteado, entre legitimidad social y legalidad política.
Resolver esta tensión implica, a su vez, convivir con los dos polos. La solución no pasa, y esto es lo que se ha venido haciendo, por la eliminación de uno de los términos planteados.
Deben desarrollarse los dos términos porque el primero: la legitimidad social es la condición de posibilidad para la acumulación de poder y el segundo: la legalidad política es la condición de posibilidad para llegar al gobierno del estado.
Desde este razonamiento es fácil entender la propuesta de concertación plural del presidente como cualitativamente superior ya que abre la posibilidad de ámbitos más amplios y con mayores posibilidades de inclusión de la problemática real de todos los sectores sociales.
También desde este razonamiento es posible entender que es mucho más compleja la gestión política de este escenario, aunque también promete mayores y mejores horizontes.
Seguramente uno puede en primera instancia recurrir a lo conocido y probado. Sin embargo debemos tomar conciencia que la construcción, cualquier construcción, es un ejercicio de aprendizaje que tendrá sentido en la medida que tenga sentido el principio fundante, que a mi juicio –reitero- debería ser mantener y canalizar la tensión entre movimiento y estructura legal política, a fin de dar cabida a todo el Pensamiento Nacional.
Como en todo aprendizaje el punto de partida debería ser provisional y flexible (la organización debe ser flexible: Perón: Conducción Política) de modo de responder a la dinámica y los tiempos sociales que escapan a nuestra voluntad individual.
Por último una referencia a las condiciones de posibilidad de la cohesión social. Dos son los elementos imprescindibles para la conformación de un grupo social, cualquiera que sea su objeto: uno el acuerdo sobre el objetivo y dos: la confianza (en este caso política) que el grupo pueda generar hacia adentro y hacia afuera.
Las dos son construcciones prácticas, se determinan en la práctica concreta, en lo cotidiano, en la coherencia entre lo que se comunica y lo que se hace. Esto debería tenerse presente con relación a la ecuación a resolver entre lo social y lo legal.
Siguiendo y profundizando en la discusión de lo organizativo, en este plano vemos que se plantean claramente dos conceptos centrales: Poder y Organización. Estos conceptos están profundamente arraigados en la cultura política del peronismo, dado su esencia cuestionadora del status social imperante.
Estas palabras están presentes permanentemente en nuestro lenguaje, pero no siempre con la misma significación.
El Movimiento como estructura de acción y práctica político-social era el vehículo que homogeneizaba el entendimiento, comprensión y sentido de estos términos.
El Movimiento funcionaba como una supra-estructura organizativa que resolvía estas cuestiones.
El Movimiento era el elemento unificador de estas diferencias y en esa condición era un paradigma distinto, superador.
La desaparición del Movimiento retrotrajo a una situación pretérita estos términos, es decir que volvieron a ser considerados como cosas distintas con funcionalidad también distinta.
La acción individual (social o política) volvió a organizaciones de un grado menor –en cuanto a la posibilidad de contener complejidad (realidad) social-
Este nivel organizativo se caracteriza por su funcionalidad y especialización en un grado tal que cada organización se convierte en un sistema altamente capacitado para un único fin y para un único grupo social, consecuentemente para trabajar por un único interés.
En otros términos, estas organizaciones reducen la complejidad (realidad) social en harás de obtener un objetivo más puntual y circunscrito.
El interés común superior no está contemplado en este universo organizacional.
Así como el movimiento había educado en su paradigma (visión unificada y global de la sociedad) a varias generaciones. Las organizaciones han educado en el suyo a muchas generaciones hasta hoy.
Ese paradigma organizativo es el modelo burocrático nacido con el Estado Prusiano del cual son muy conocidas sus posibilidades y limitaciones.
Cambiamos ahora la pregunta inicial: ¿Cómo podría un solo partido político contener a todo el Peronismo?
¿Máxime a esta altura de los tiempos en que la mayoría de la sociedad argentina ya incorporó nuestras enseñanzas básicas como propias?
¿Quién niega hoy la necesidad de la Justicia Social, de la Independencia Económica y de la Soberanía Política?
No, no es posible meter a todo el Peronismo dentro de un partido, lo que no implica que el cro. Néstor Kirchner no este haciendo lo que corresponde –ya argumentamos sobre trabajar sobre los dos elementos de la diferencia legitimidad/legalidad-
Falta que nosotros los peronistas hagamos lo que corresponde, trabajar por la construcción de la legitimidad social que permitirá los cambios de fondo; en el PJ o en cualquier otro partido.
LOS PERONISTAS ¿DEBEMOS? ¿PODEMOS? ESTAR TODOS EN EL PJ
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