SETENTISTAS



25/05/2008

Una celestina en el corazón K

Es neuquina y conoció a Cristina Fernández en la facultad. Le presentó a Néstor Kirchner y compartieron secretos e ideales políticos. Hoy, tiene un cargo clave en el Ministerio de Economía y un lugar reservado en las reuniones de Olivos.

Por Laura Di Marco

Ofelia Cédola La amiga de la
Presidenta, en su oficina
el Ministerio de Economía.

¿No te parece mentira ver a los chicos ahí arriba?”, decía emocionada la funcionaria Ofelia Cédola al diputado kirchnerista Jorge “el Pampa” Alvaro, en medio de los gritos de la gente que vivaba a la pareja K durante el acto de lanzamiento de la Concertación Plural.


Jorge Alvaro Diputado nacional
por Mendoza, era el jefe político
de los Kirchner y Cédola.
Hoy, ella y “el Pampa” integran
un grupo que reúne a militantes
platenses de los ´70.

La escena que conmovía a Ofelia Cédola, flamante espada legal del ministro de Economía Carlos Fernández, sucedía hace exactamente un año, durante el acto del 25 de Mayo, en Mendoza, y los “chicos” a los que desde el llano se refería eran Néstor y Cristina Kirchner.

El ex presidente disfrutaba de su segunda Plaza del Sí, durante el festejo de la fecha patria, y a su lado estaba Cristina, los dos con los brazos en alto, uno junto al otro, con el sol cuyano dándoles de lleno y de frente en el palco. Para Ofelia Cédola, “Pipa” en el mundillo K, había algo de déjà vu en la escena: más de 30 años atrás, ella los había presentado, cuando todos participaban de la movida estudiantil y militante de La Plata, una ciudad donde los jóvenes estaban acostumbrados a vivir esquivando citas envenenadas, infiltradas por la inteligencia de la represión.

Era, también, la época en que el peronismo hacía su ingreso triunfal en la Universidad y el “Pampa” Alvaro, que estuvo ocho años preso durante la dictadura, era jefe de la JUP. “Es el costado humano de toda esta historia”, medita ahora “el Pampa”, que hoy logró reunir a parte de sus viejos amigos platenses en un think tank setentista de escasa repercusión pública hasta el momento.

Se llama grupo Luján, porque fue allí donde se reunieron por primera vez: actualmente se reúnen cada tres o cuatro meses para debatir sobre la escena política nacional. “Pipa” forma parte de su conducción. Si hubiera que ubicar a Cédola en algún lugar del mundo K, tal vez haya que aclarar que es una figura prepolítica en la vida de los Kirchner. Quizá por eso hoy, si bien no participa en la mesa chica del poder, sí participa en las reuniones de Olivos.

La pareja presidencial -aislada y cerrada sobre sí misma- parece sentirse más segura volviendo a los orígenes. Y es allí precisamente donde hay que ir a buscar a Ofelia Cédola. Al principio de todo. Confesora y espada legal Neuquina de 56 años, divorciada y con un hijo, la abogada Cédola es una funcionaria cuya cercanía al poder político real es directamente proporcional a su exposición pública.

La estrategia que elige es ubicarse bien lejos de los flashes pero muy cerca del lugar donde se toman realmente las decisiones en el actual esquema de poder. Acaba de ser designada en un lugar clave: la Secretaría Legal y Administrativa del Palacio de Hacienda, una oficina por la que pasa todo lo que firma el ministro de Economía. Para tener una idea del significado político de su nuevo trabajo, digamos que Ofelia Cédola debió evaluar jurídicamente y avalar el contrato de las cuestionadas obras del tren bala, que firmó el ministro Carlos Fernández, y que Cristina Kirchner anunció a fines de abril.

El polémico emprendimiento es calificado por la oposición como un potencial monumento a la corrupción. Lo cuestionó Martín Lousteau -que finalmente terminó aprobando la estructura financiera de la obra-, y también el ex ministro Peirano: siempre se dijo que este asunto fue determinante para su alejamiento. Además, desde la oficina que hoy ocupa la amiga setentista de Néstor y Cristina se autorizó, por ejemplo, el pago al grupo Greco, una causa en la que está imputado el ex subsecretario de Legales Osvaldo Siseles, nombrado en tiempos de Lavagna.

“Pipa” viene de otro lugar clave: hasta hace muy poco era la segunda de Carlos Zanini en la Secretaría de Legal y Técnica de la Casa Rosada. Zanini, custodio celoso de la firma presidencial, fue quien entrenó a Cédola en el arte de monitorear los decretos y documentos importantes que requieren el aval de la jefa -y antes del ex jefe- del Estado.

No es asombroso, entonces, que muchos definan a “Pipa” como la versión femenina de Zanini y no sólo por su hermetismo, sino porque fue formada como un cuadro burocrático-técnico del Estado K -un área donde el kirchnerismo tiene pocos cuadros propios- a imagen y semejanza de su maestro.

En el corazón del poder, su nueva designación fue interpretada como una anexión de Economía por parte de la Presidencia de la Nación. Ofelia Cédola es para muchos analistas y observadores un puente de plata entre Economía y el matrimonio Kirchner; un puente no mediado, claro, por Alberto Fernández, debilitado hoy en el tablero K.

Es que Ofelia Cédola comparte con su nuevo jefe, Carlos Fernández, dos insumos muy valorados por el matrimonio Kirchner: la subordinación política y el hermetismo (a este tercer Fernández lo apodaban “el mudo” cuando era funcionario bonaerense y su mutismo político actual parece confirmar el sobrenombre). Y con Zanini, su ex jefe, la fobia al periodismo.

Cuentan sus allegados que parte de su rutina laboral era reunirse con su ex jefe en un bar de Las Cañitas a repasar los diarios y buscar los intereses y conspiraciones que ellos imaginan detrás de cada noticia. “Yo soy apenas una técnica, no sé por qué necesitan escribir sobre mí o entrevistarme”, dice esta abogada recibida en 1975, poco antes del golpe, en la UNLP.

Desde 2003, “Pipa” ocupó funciones que requieren de la máxima confianza y lealtad, después de haber participado activamente de la campaña para la elección de Néstor Kirchner. Durante su estadía en la Casa Rosada, aun para los periodistas acreditados allí, “Pipa” fue prácticamente un fantasma. Jamás concedió entrevistas públicas y, a pesar de ser una funcionaria importante, cuyas decisiones pesaron y pesan -aunque sea indirectamente- sobre la vida de los argentinos, son poquísimos quienes conocen su cara actual.

Hasta ahora, no había siquiera fotos oficiales de ella. La única que circulaba era la publicada en el libro Setentistas, de Fernando Amato y Cristian Boyanovksy; fue tomada en 1974, el año en que conoció a Cristina Fernández, su compañera de Derecho y con quien se reunía para estudiar en su departamento platense. “Eramos dos tragas”, admite la funcionaria cuando está entre amigos. A caballo de las mutaciones de la Argentina, Pipa se fue también transformando. “Hoy es una peronista no pejotista. Una progresista peronista, si hay que perfilarla. Por eso no es tan crítica del giro que dio Néstor Kirchner al asumir como jefe del PJ como podría ser Vilma Ibarra o cualquier representante del progresismo no peronista”, apunta un alto funcionario nacional que la conoce mucho. La Nación