Jorge A. Benedetti
San Martín, Pcia de Bs. As.
10 de Mayo de 2008
Un intento para comenzar a desarrollar otra mirada sobre el problema en que nos metieron
En estos días se habla de la posibilidad de que la “humareda” del volcán Chaiten vuelque sus cenizas sobre la ciudad de Bs. As. Si pensás que el culpable es Guillermo Moreno, Romina Picolotti o Alfredo De Angeli, no vale la pena que sigas leyendo, ni que hagas un esfuerzo por utilizar tu tiempo con un trabajo como este – que además es un tanto largo – pues no vas a encontrar lo que esperás.
Te diría que si pensás que el culpable puede ser un Sr. llamado Fernández, o un cuadro del PC devenido a dirigente agropecuario, como Eduardo Buzzi, o inclusive si crees que lo que se discute es el “problema” de las retenciones, o la política para el agro, tampoco vale la pena continuar leyendo. Seguí mirando el “humo” que nos invade.
Por el contrario, si considerás que para comprender de qué se trata es necesario realizar un esfuerzo más complejo y además, que una vez que se tengan algunas cosas en claro, hay que hacerse cargo, entonces vale la pena seguir leyendo, en una de esas algunas de las ideas planteadas pueden serte útiles para despertar algo que seguramente está por allí dormido en tu pensamiento.
QUÉ ES LO QUE REALMENTE HOY SE DISCUTE Y QUE ES LO QUE NO
Detrás de la humareda se está discutiendo:
¿Quién se queda con Telecom?
¿Cómo será la ley de medios audiovisuales (radiodifusión y compañía)?
¿Cómo es la distribución – y quién se queda – con una importante parte de la renta agropecuaria?
¿Quién - y de qué manera - forma (o deforma) la opinión de los argentinos?
¿Quien maneja la televisión digital?
¿Cuál debe ser el modelo económico a aplicar en nuestro país?
¿Cómo se toma y/o mantiene el poder?
¿Desde dónde se maneja el poder (desde la política, los medios, los grupos concentrados de la economía, desde alguna embajada…)? y ¿Quién lo ejerce?
No se está discutiendo (y debiera hacérselo)
¿Cuál debe ser la política agroindustrial que debe aplicarse en nuestro país (con especial consideración de sus implicancias regionales)?
¿Cómo debe ser una explotación racional del campo?
¿Cuál debe ser el modelo de país que queremos, en lo económico, en lo político y en lo social?
Finalmente ¿Hay alguna posibilidad para el hombre común de poder participar en la toma de decisiones?
A esta enumeración podríamos agregarle algunos temas adicionales, pero es probable que con éstos baste, en particular si pensamos que varios de los problemas aquí planteados no figuran, ni remotamente, en los medios de comunicación.
En ellos nadie analiza - ni se anima siquiera a rozar - por ejemplo el tema de la televisión digital, que permitirá a quien tenga el control de este fabuloso instrumento, manejar las comunicaciones, los elementos de multimedia, telefonía, cable y prácticamente todos los mecanismos de compra venta de productos de consumo en la Argentina. Entre los cientos de canales que se ofrecerán, habrá uno por cada rubro, desde donde se concentrará la comercialización de todos y cada uno de los productos (desde un canal para el negocio automotriz, otro para los electrodomésticos y otro para la computación, hasta uno para la pizza, otro para el vino y uno… para lo que se te ocurra).
Pero dejemos hoy este tema de lado para considerar otros aparentemente más urgentes.
El dictado de la ley de medios audiovisuales puede democratizar o no el manejo de la prensa, desde donde hoy se intenta entre otras cosas “formatear” dictatorialmente la información y consecuentemente la opinión de los argentinos. Tampoco parece ser este un problema menor.
Pero la amplitud de los temas presentados - dado su complejidad - nos obliga a realizar una consideración general, aunque no podemos dejar de insistir en la necesidad de desarrollar un debate serio sobre la política agropecuaria, dado que hoy la discusión se reduce al problema del reparto de las ganancias inmediatas que la situación nacional e internacional traen sobre la producción.
Nadie discute una política estratégica para el campo, nadie piensa en el uso de los suelos y qué va a pasar en muy pocos años sin una regulación y control sobre su cuidado; la repoblación del campo está muy lejos de la agenda actual, tampoco lo está el grave problema de la concentración de la tierra, al igual que la consideración de cómo se garantiza el alimento para todos los argentinos y cómo se piensa, planifica y ejecuta, una política agroindustrial con carácter estratégico que nos reposicione en América y el mundo como potencia en la materia.
GOBIERNO VERSUS CLARIN
Desde hace unas semanas se plantea en el horizonte de la discusión política un enfrentamiento entre el multi-medios Clarín y el gobierno, como expresión actual de la contradicción que ya se había manifestado con el diario La Nación y la prensa en general.
Los medios, manejados por los avisadores, es decir las empresas de servicio, los bancos y los otros grupos concentrados de la economía, vienen realizando un manejo absolutamente arbitrario de la información, utilizando e inventando personajes a los que “instalan” o “guardan” según sus conveniencias y necesidades (recuérdese - por ejemplo - a Fernández Meijide o a Blumberg), llegando al absurdo de que alguno de estos, como por ejemplo el economista liberal López Murphy o el ex escritor (famoso en la dictadura) Jorge Asís (que obtuvieron el uno por ciento de los votos hace unos pocos meses), ocupen sistemáticamente amplios y destacados espacios como si fueran representativos de la opinión de los argentinos.
Mientras tanto - y como parte de una sostenida presión sobre el gobierno - realmente se pregona, no la corrección de la política agropecuaria, sino de las medidas económicas aplicadas después de la crisis del 2001/2, para instaurar nuevamente políticas no votadas ni deseadas por la población argentina, es decir, se intenta imponer rumbos fundamentales sin la participación popular, en un “golpe de timón” que en algún momento necesitó del derrocamiento violento de un gobierno y en otros – como se pretende ahora – la imposición fue por lo que se denominó un “golpe de mercado”.
Aquellos mismos que frente a cualquier paro de los trabajadores repetían a coro “¿qué se gana parando?” y de inmediato proponían “huelgas a la japonesa para reclamar produciendo” y luego concluían con extraños cálculos sobre las cifras fabulosas que había perdido el país por culpa de los huelguistas, hoy no sólo aceptan que el paro es una acción legítima, sino que manifiestan que el piquete ha dejado de ser violento, aunque los piqueteros estén armados (a condición de que lleguen en 4 x 4 y no en colectivo), para terminar descaradamente apretando a los dirigentes de la patronal agropecuaria para endurecer las medidas.
QUÉ PIENSA EL GOBIERNO
Descartado el absurdo fogoneado por los mismos medios, en el sentido de la existencia de ideas contradictorias entre la presidenta y su marido, vale la pena considerar el actuar de Cristina y Néstor Kirchner desde hace mucho tiempo.
Nadie puede intentar descalificar la inteligencia de ambos, ni la fortaleza con que han formulado su propio proyecto político, ocupando la intendencia de Río Gallegos primero, la gobernación de Santa Cruz luego y aprovechando el vacío político del 2003 para alcanzar finalmente la presidencia de la Nación. En este sentido agudizaron el ingenio natural de la política al uso y se adaptaron a las circunstancias que en cada oportunidad les permitió ocupar, mantener o acrecentar los espacios de poder mencionados.
Su idea no fue plantearse la insurrección, ni la organización popular, ni un gran despliegue de “aparato político” para la toma del poder, podríamos decir que ni el partido de masas, ni una irrupción popular tipo 17 de octubre del ‘45, pasaron por su imaginario, quizás más cerca estuvo - metodológicamente hablando - el asalto al Palacio de Invierno por los bolcheviques en Rusia u otro ejemplo de toma abrupta del poder, en una concepción que tampoco previó – como queda demostrado hasta este momento - el desarrollo de una organización popular propia, sino la conquista e incorporación “llave en mano” de las estructuras políticas preexistentes.
Néstor y Cristina Kirchner se convirtieron en la espada y el tanque, la conducción y la vanguardia, el ataque y la retaguardia, de su propia organización política, rodeados de un pequeño equipo de dirigentes leales, disciplinados y eficaces para la tarea planteada y con esto combatieron – y en muchos casos liquidaron o golpearon – a los sectores que se les colocaron enfrente, incluyendo en reiteradas oportunidades - en algunos aspectos - a los grupos concentrados de la economía, nacionales e internacionales.
Desde el principio de la gestión de Néstor Kirchner en la Casa Rosada, se pensó en la sucesión presidencial de Cristina, para avanzar en un plan de concentración de poder en manos de Néstor, quien se propuso retornar al gobierno, no en las precarias condiciones del 2003, sino en otras mucho más cómodas para el 2011, contando con una considerable porción del poder en relación a aquel año; y este plan fue ejecutándose metódicamente.
Sus acciones de gobierno, que trajeron una mayor y mejor distribución de las riquezas y un considerable cambio en la situación de las finanzas de la nación, no modificaron la forma de hacer política instaurada desde 1983 en adelante, salvo en una cuestión que más adelante consideraremos.
LAS NUEVAS METODOLOGIAS DE LA POLITICA
La recuperación de las formas democráticas en ese año, no se realizó con la restauración del poder popular que poseían las organizaciones sociales, productivas o políticas antes del golpe del ‘76, ni mucho menos con una recuperación de la riqueza violentamente acumulada por un pequeño sector, en perjuicio de la inmensa mayoría de los argentinos.
De esta manera, la democracia vuelve débil, en particular por la falta de estructuras de cuadros, militantes y dirigentes populares, capaces de encabezar la reorganización de las instituciones de la Nación, con un amplio contenido y participación popular. Muy por el contrario, el grupo favorecido por las circunstancias (y fogoneado como “mal menor” por parte de los grupos concentrados) fue la Coordinadora de la Juventud Radical, núcleo que bajó definitivamente las banderas de la intransigencia irigoyenista y adoptó una política autoproclamada como “realista” (quizás por la claudicación de una política “patriota”), que consistía en “adaptarse” a las condiciones impuestas por los detentadores del poder real y al abandono de la acción política como una tarea de organización popular, para sustentar su práctica en un conjunto de actos “mediáticos” y “de imagen”, debiendo en consecuencia congraciarse con la prensa – y con las políticas e ideas que sus dueños proponían – para así aparecer en los medios, lo que resultaba imprescindible para su propuesta de acción.
Desde la oposición en ese momento, surgió un núcleo político que adoptó rápidamente idéntica metodología, apareciendo así “los renovadores” del Partido Justicialista (Manzano, Grosso, Menem, de la Sota, etc. etc.), quienes - al igual que sus competidores (¿?) radicales - rompieron con la tradición de la política popular en la Argentina.
Entre los nuevos instrumentos de la labor política, se destacan - como un elemento central y esencial - las encuestas de opinión, a las que sucesivamente se comenzó a rendir culto con carácter enfermizo e idolátrico.
De esta manera la práctica política no fue ponerse al frente de los problemas, formular propuestas, desarrollar debates e intentar modificar la realidad o ganar voluntades para alcanzar una sociedad mejor y/o para la conquista del poder, sino que fue colocarse por detrás de la opinión y repetir “lo que la gente piensa y quiere escuchar”, para luego hacer lo que dicen los que efectivamente mandan. (Véase a Elisa Carrió)
Valdría la pena formularse entonces un serio interrogante. Si las organizaciones sociales estaban absolutamente debilitadas, cuando no destruidas, si los ámbitos de formación de cuadros y militantes habían desaparecido al calor represivo de una brutal dictadura neoliberal y si la política no se proponía cambiar la realidad, sino seguirla al dictado de las encuestas, si se habían eliminado los ámbitos de discusión en la base de la sociedad ¿quién se ocupa de formar la opinión, de proponer ideas, de formular y empujar los proyectos de cambio de nuestra comunidad? la respuesta es sencilla, un sólo actor quedó en escena: los medios de comunicación, a los cuales la dirigencia política está obligada, no sólo a rendir pleitesía y no contradecir, sino a proclamar con un discurso monocorde, los dictados ideológicos de los grupos que financian y conducen los mencionados medios, imponiendo sus ideas no sólo acerca de la política, sino de un conjunto doctrinario mucho más amplio, que va desde los tipos de consumos y la instauración de “necesidades” (la gran mayoría innecesarias), hasta la modificación de los valores centrales y fundantes que hacen a la vida y destino de cualquier comunidad.
Frente a este monótono repiqueteo, aparece un hecho discordante (la diferencia antes planteada), un reducidísimo grupo de actores políticos, en particular dos de ellos, Cristina y Néstor Kirchner, decidieron no sólo no atender a las imposiciones de modos esperados por parte de los medios (conferencias de prensa, reportajes exclusivos, etc., etc.) sino además pararse frente a un atril e emitir opiniones propias, que no respondían - total o parcialmente - al pensamiento único impuesto monolíticamente.
Esta “herejía” podría hacer pensar en una disputa de una parte del poder que los grupos hoy detentan, dentro del nuevo orden instaurado en los tiempos de “la globalización”, donde debemos preguntarnos si las imposiciones no vienen más de alguna multinacional cerealera o bancaria, que de alguna embajada de los países centrales, o al menos conocer dónde se toman las decisiones que ambos actores mencionados luego ejecutan.
¿CÓMO SE GARANTIZA UNA SOLUCION PERDURABLE?
De todas maneras parece que el problema central es otro. Suponiendo hipotéticamente una siempre correcta y bien intencionada voluntad y práctica de Cristina y Néstor Kirchner ¿es posible enfrentarse a los poderosos sin el concurso organizado del pueblo argentino? Más aún ¿es posible sostener el conflicto con los dueños del poder expresados por Clarín y el resto de los medios de prensa, sin una creciente participación de la comunidad con un grado de organización social y política popular? ¿Se puede realizar una confrontación sostenida con los grupos concentrados, sean estos locales o internacionales, sin un pueblo con clara conciencia de cuáles son los verdaderos problemas que deben discutirse y cuáles son sus legítimos intereses que deben defenderse, siendo capaces entonces de dar el debate en todos y cada uno de los ámbitos donde éste realmente se desarrolla y no como hoy, según la agenda mediática y la opinión publicada?
La experiencia histórica y las prácticas de la política popular indican lo contrario. Mucho más cuando la verdadera discusión sobre el “modelo” que es económico, pero también - y esencialmente - es político y social, no ha comenzado a desarrollarse, dado que los cambios producidos sólo han sido internos dentro del mismo modelo económico impuesto por Martínez de Hoz, y sostenido por los gobiernos que le sucedieron, el que sólo ha sido “violentado”, pero no alterado.
Hoy – como en otras oportunidades de nuestra historia – nos encontramos con lo que los especialistas denominan “un combate de frentes cruzados”, es decir un conflicto donde – con independencia de la cantidad – hay fuerzas rescatables y valorables en ambos frentes.
Si bien alentando el paro agropecuario están los grupos concentrados de la economía, dentro de la estructura del estado estos mismos grupos formulan planes y conducen acciones, sin que la conducción política haya querido o podido decidir su erradicación.
De igual manera debemos observar que la contradicción no puede ser entre los trabajadores y los pequeños productores, entre la Iglesia Católica y los núcleos activos de la militancia popular, entre los sectores de la clase media que han “resucitado” con la reactivación económica y la dirigencia gremial o los intelectuales nacionales, tampoco entre la producción industrial y la agropecuaria. Muy por el contrario, resulta necesario reconstruir la relación entre los sectores naturales y constitutivos de nuestra comunidad, los trabajadores, los productores del campo y las ciudades, la clase media y los intelectuales, con la participación de la Iglesia Católica y de los otros grandes grupos religiosos de nuestro país, las universidades y ámbitos del pensamiento, los militantes y simpatizantes de los partidos populares, en particular los que tiene origen en el pensamiento nacional, irigoyenistas y peronistas, etc., etc.
Una victoria de quienes pretenden profundizar el modelo económico implantado en la dictadura y que estalló en diciembre del 2001, significaría un grave retroceso en la vida de los argentinos, mientras que la derrota de estos sectores sólo sería provisoria y sin ninguna garantía de perdurabilidad si no se favorece la participación sistemática, orgánica y permanente de los hombres y mujeres de nuestra comunidad tanto en el control, como en la toma de decisiones que hacen al destino de nuestra vida personal y comunitaria.
Quiera la Providencia iluminar al pueblo argentino para comenzar a encaminarnos a la solución de los problemas que nos aquejan, modificando profundamente el rumbo de desencuentros generado para concretar el golpe de 1976, reuniendo al pueblo argentino en un camino que nos permita alcanzar las soluciones que no dependen sólo de los actores que aparecen en los medios, muy por el contrario parece que ha llegado la hora de que todos debamos hacernos cargo.
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