QUE NO NOS TOME DESPREVENIDOS

6/7/2008

La fiebre del aceite

El aceite vegetal y el biocombustible, nuevo negocio mundial. Los grandes grupos aceiteros extienden la frontera agro-industrial y ganadera. La colza y el bío-c. Mendoza en la mira. Pero no figura entre los objetivos de Jaque.

Gabriel Bustos Herrera

“En Mendoza hay más de 100.000 hectáreas ociosas en el área bajo riego. Los grupos aceiteros y los pools de siembra lo saben y vendrán por ellas. Aquí la tierra es infinitamente más barata que en la Pampa Húmeda y la colza -de ciclo invernal, muy resistente al frío y con escasa demanda de agua- ya dio pruebas de que es el gran proveedor de aceite para el diésel vegetal, eludiendo la competencia con la soja”, según resumía el lunes Jorge Silva, uno de los agrónomos del INTA, mientras chequeaba plantaciones experimentales de colza en Junín. “Ahora el negocio es el aceite”, insistió. Es que el mundo paga 1.200-1.300 dólares la tonelada de aceite de soja (600 dólares por la tn de grano) y muy poco menos por el de colza (que está en alza porque Europa decidió basar su reconversión en diésel vegetal de colza).

Los grandes grupos aceiteros han encontrado una manera de eludir en gran parte las retenciones a la soja: hoy se paga lo mismo, por la tonelada de aceite de soja que por una de aceite bio-diésel. Pero la de bío-c paga la mitad de retenciones. Europa -que acaba de lanzarse a una política continental con los biocombustibles- ya definió que evitará la soja y hará su reconversión de combustibles con los diésel de colza. Los grandes grupos aceiteros se mueven aquí con premura: ya hay 9 plantas industriales de gran envergadura para aceites bío-c, todas en la Pampa Húmeda, montadas por Eurnekian; Eco Fuel (Bunge); Renova; Dreyfus, Patagonia Bioenergía; Molinos. Este año habrán exportado unas 600.000 tn (600 millones de dólares), principalmente a Estados Unidos. Otra planta, más pequeña, opera en Villa Mercedes, San Luis, con exportaciones a Israel.

Por ahora el mercado interno no los seduce: el país no ha despertado con énfasis aún a los biocombustibles, pese a que una ley -de 2005- estableció que en 2010, por lo menos el 5% de los combustibles deberán ser de origen vegetal (etanol y biodiésel, en este caso). Además, una ley de fines de 2006 otorga buenos beneficios fiscales a los productores, garantizándoles ventajas durante 15 años. Si se cumpliera el objetivo de la ley del bío-c (en la Argentina es siempre dudoso), dicen los expertos que cada año harán falta alrededor de 1 millón de toneladas de bío-c).

Hoy, sólo para exportar se producen 650.000. ¿Quién hará aquí el negocio? Lo cierto es que el negocio es el aceite vegetal y la “frontera” agroganadera se viene expandiendo hacia la tierra agreste. Mendoza tiene suficiente tierra apta y ociosa, dentro del perímetro del sistema de riego y que no competiría con los cultivos tradicionales. Más de 100.000 hectáreas no utilizadas, dicen los agrónomos. Ideal para sumar al negocio aceitero, con oleaginosas como la colza, que ha encontrado su lugar en el mundo en estos pagos fríos, agrestes y de poca agua.

Lo han demostrado el INTA y las facultades de Agronomía y de Ingeniería de la UNCuyo, cuyos técnicos además juran que el rendimiento por hectárea es óptimo (en algunos casos, en Junín y La Consulta le han sacado más de 2.000 kilos por hectárea y dicen que podrían llegar a 2.500). Y las opciones: semilla, aceite y harina proteica. El asunto es cuál será aquí el modelo de producción e industrialización; quienes serán los protagonistas y cuál la incidencia social que el entusiasmo implicará.

¿La parsimonia oficial y las circunstancias provocarán, como en la Pampa Húmeda, la concentración de la tierra productora y el dominio de los grandes grupos aceiteros o los pools financieros? No es casual que los de la “Mesa de los 4” pidan una nueva Ley de Arrendamientos para parar la concentración. En Mendoza, algunos, advertidos, suponen posible promover otro modelo: desde las instancias oficiales y cooperativas, auspiciar la asociación de productores chicos y medianos, integrando la producción agronómica, la etapa industrial y la instancia comercializadora. Pueden en primera instancia ser para autoconsumo y comercialización regional, hasta conseguir escala para integrarse el negocio mayor.

Por lo pronto, el INTA, la Facultad de Ingeniería y un par de empresas locales -una en San Martín otra en Santa Rosa- trabajan en proyectos chicos y medianos, que -por ahora- tienen, precisamente, un objetivo de autoconsumo. Una empresa hormigonera plantó 500 hectáreas de colza en Las Catitas y armó una planta chica como para abastecer su propia flota de camiones con biodiésel de su propia producción. La UNCuyo se propone en 2010 abastecerse de su propio bío-c (lleva 2 años experimentando colza en El Sauce y está instalando una planta piloto industrializadora en San Rafael).

Modelo pyme y con locomotora.

Y aquí en casa, calculan que si Mendoza aspirara a abastecer por sí a la Destilería de Luján con el aceite necesario para el bío-c que dispone la ley, para 2010 se necesitarán unas 30.000 hectáreas en producción de colza en toda la provincia y un convenio de abastecimiento con YPF-Repsol. La demanda fija de la Destilería ejercería como “locomotora” de un proyecto agroindustrial integrador de cientos de productores. Los agrónomos que trabajan en proyectos de desarrollo de colza en el INTA (unas 700 hectáreas de Junín y La Consulta van ya por la segunda cosecha) y los ingenieros que experimentan en la UNCuyo, tienen claro la que se viene con los aceites que conducen al biodiésel.

Entre 2000 y 2007, se triplicó el consumo mundial del bío-c, saltando de 18 a 65 millones de metros cúbicos. Y deducen que en 5 años más volverá a triplicarse (ahora con Europa también lanzada a la reconversión bío-c), a pesar de la polémica con quienes temen un desastre mundial por la competencia que se generará con la tierra productora de alimentos. En Brasil el fenómeno es desopilante (ya es el segundo proveedor mundial de bío-c detrás de Estados Unidos). Aquí, en el país, se habrán producido a fin de año unas 650.000 toneladas de bío-c, el doble de lo que se exportó en 2006.

En la Pampa Húmeda -ese escenario de dramas y abundancias- el valor de la tierra y el éxtasis de la soja han hecho trepar los costos a la estratosfera. De manera que -como está ocurriendo con la ganadería- ahora los grupos inversores miran hacia la periferia, buscando tierras más baratas, menores costos y buen rendimiento. Se extiende hacia los confines la frontera agropecuaria. Sin embargo, para aprovechar la oportunidad -tanto en los bío-c como en ganadería- hace falta una política promotora perseverante, de mediano y largo plazo, que aquí no se insinúa. El gobierno local, por ejemplo, nunca aportó el millón de pesos convenido con el INTA, la Facultad de Ingeniería de la UNC y Repsol-YPF, para desarrollar en Mendoza el Proyecto Colza-Bío-C.

Cuando se acomodaba el gobierno de Jaque, los técnicos acudieron al Barrio Cívico para renovar el acuerdo: no estaba entre las prioridades, les sinceraron.