SIEMPRE SEMBRANDO… TEMPESTADES
Mario de Casas, radicales en la Concertación.
Junio 2008
Presidente del Ente Nacional Regulador de la Energía Eléctrica
Si con su lockout los distintos capitalistas del agro lograran persuadir a las mayorías –por convencimiento o por agotamiento- de que el suyo es un reclamo socialmente legítimo, estaríamos frente a un indicador inequívoco de lo difícil que será tener remedio como sociedad.
Es que el ataque iniciado hace tres meses por un acierto y no por los errores del Gobierno nacional, no es otra cosa que una sucesión de apropiaciones ilegítimas –algunas consumadas y otras todavía no- y, por lo tanto, un ataque a toda la sociedad, en particular a los sectores populares perdedores de los últimos treinta años.
En el plano económico es conocido que la ganancia extraordinaria –diferencial- que generan las tierras de la Pampa Húmeda y aledaños constituye una renta por estar originada en ventajas naturales: fertilidad del suelo y clima, factores que le dan a esa renta el carácter de patrimonio social. En consecuencia, convierte a sus pretendidos apropiadores particulares en todo lo contrario a benefactores de la sociedad, como gustan autopresentarse tratando de socializar reclamos sectoriales –escarapela mediante- para privatizar recursos sociales.
Por otro lado, los promotores del lockout -visibles y ocultos- son generadores de inflación, mecanismo que no sólo les sirve para provocar el malestar social, convenientemente orientado a deteriorar al Gobierno por el aparato de comunicación asociado, sino fundamentalmente para avanzar en la apropiación de nuevas porciones del ingreso nacional.
Pero, aunque también han sabido apropiarse de la Historia, salvando matices nada de esto es nuevo. Tal como enseñó Rodolfo Puiggrós, a partir del contradictorio proceso social posterior a Caseros, el avance de la democracia, por efectuarse bajo la dependencia del capital extranjero asociado a la oligarquía terrateniente-mercantil, se desvió en un doble sentido: en lo económico, porque las empresas imperialistas, los grandes terratenientes, los importadores, exportadores y especuladores embolsaban la parte del león de la renta nacional, y en lo político, al excluir a amplias capas del pueblo de los comicios y de las funciones públicas obstruían la democratización de la sociedad. Para conservar aquellos privilegios económicos se imponían estas limitaciones políticas.
Yrigoyen llamó "el régimen" a ese complejo de intereses económico-políticos y le opuso la causa.
Reiteremos, nada nuevo: la gran huelga agraria de 1912, el grito de Alcorta, en la zona cerealera más rica del país, fue un movimiento prohijado por los colonos inmigrantes con el fin de participar en el colosal aumento de los ingresos de los terratenientes y compartir con ellos la propiedad del suelo. El inmigrante no vino a realizar el sueño alberdiano de crear una economía diversificada de autoabastecimiento en granjas. Lo trajo la empresa colonizadora que le pagó el pasaje y le adelantó dinero para sus inversiones iniciales, o viajó por su cuenta y el gobierno o los parientes le ayudaron en los primeros pasos, pero para convertirse de inmediato en productor de cereales y carnes destinados a lejanos mercados. No tenía otra opción si quería hacer la América, como había ambicionado al abandonar la pobreza de su aldea italiana, española, rusa o libanesa.
Es decir, su destino de productor-vendedor estaba condicionado por la incorporación de la economía argentina a la prosperidad que emanaba de la Inglaterra victoriana. Así se explica el papel protagónico que ha tenido y tiene en la organización de la economía agraria argentina la burguesía intermediaria: exportadores, importadores, mayoristas, minoristas, consignatarios, comisionistas, cerealistas, rematadores, etc., que tienen por común denominador la oposición a ultranza a la intervención del Estado, el anti-industrialismo y la defensa de la política de inversiones extranjeras.
Hoy, con motivaciones análogas, intentan destruir a un gobierno legítimamente constituido, es decir apropiarse del poder político. Eso si, manifestando cínica molestia por los malos modales –ajenos- y su tradicional republicanismo vacuo y oportunista; cuando la verdad es que poco les importan los modales y las instituciones: lo único que siempre les importó es lo que se hace o se dice contra sus privilegios, por eso no les molesta De Angelis ni les preocupó la institucionalidad republicana con Menem.
Si para alguien los hechos no son suficientemente elocuentes, ahí están las palabras del máximo dirigente de la Federación Agraria cuando llamó a dar pelea "con la mayor virulencia" o cuando sostuvo que "el obstáculo para el crecimiento argentino se llama los Kirchner" o cuando desafió con "tenemos que ganar o ganar", o las de la inefable Carrió: "el gobierno no llega a julio".
Esta vez no sería por proscripción ni por golpe militar, sería por desgaste, generando condiciones de "ingobernabilidad"; en realidad, perjuicios concretos a vastos sectores de nuestro pueblo, con singular intensidad en el caso de pequeñas industrias, comercios y trabajadores del interior en las provincias agroganaderas. Para esto, a porciones ya apropiadas de la esfera pública, como el espacio comunicacional, han agregado otras de vital importancia, como las rutas.
Toda la derecha ha reaccionado defendiendo su hegemonía -la única hegemonía realmente existente todavía- por eso pelea en todos los terrenos que definen una hegemonía. Y ha reaparecido el peligro agregado de su histórica dificultad para organizarse con expectativas de éxito electoral a nivel nacional, aun contando con patrones como Macri o voceros como Carrió que podrían darle alguna satisfacción considerando que –como en otros momentos claves de nuestra historia- hará lo posible por disfrazar sus intereses colonizando alguna fracción de los partidos populares para utilizar sus símbolos.
Para completar el panorama han entrado en escena actores, algunos ingenuos otros hábiles cazadores de oportunidades para ganar un inmerecido prestigio social, que en su afán por "aportar" alguna salida al conflicto hacen todo lo posible por confundir lo inconfundible, pidiendo "gestos de grandeza" a "ambas partes" y proponiéndose como "mediadores" para que haya diálogo. Se trata de "confusiones" igualadoras del tipo de la instalada por la Teoría de los dos demonios: esta vez poniendo en pie de igualdad a quienes pretenden que privilegios sectoriales se eleven a la categoría de bienes sociales, y un Gobierno legítimo que lo impide.
La mejor respuesta a esta reacción, que no va a concluir con el conflicto, consiste en avanzar con firmeza en la concreción de un proyecto de desarrollo nacional autónomo e igualitario en el que aspiramos se inscriban decisiones como la de las retenciones móviles, instrumento de política económica que gozará de mayor legitimidad en la medida que su uso no se reduzca a objetivos coyunturales.
Ese proyecto debe contar –entre otras- con estrategias de reconstrucción del Estado y desconcentración del capital; de industrialización para superar definitivamente estructuras dependientes de la producción primaria y que incluyan la integración de las cadenas de valor, el aumento del valor agregado, la incorporación de insumos y conocimientos producidos en el país; de desarrollo de regiones; y una, fundamental, para sostener una batalla cultural que hasta ahora no resulta favorable a los sectores populares.
YRIGOYEN LLAMÓ "EL RÉGIMEN" A ESE COMPLEJO DE INTERESES ECONÓMICOS-POLÍTICOS Y LE OPUSO "LA CAUSA"
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